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jueves, 10 de marzo de 2011

Niños perdidos, perdidos como niños.

Si algo aprendí de los Niños Perdidos, fue la adaptabilidad extrema del ser humano.
Durante los años en el ejército me enseñaron a no morir. Después, a matar. Y por último, que les importaba una mierda. El pasado es oscuro, en las aguas estancadas del odio y la incomprensión. O eso dicen. Me abrí camino por la vida enseñando a otros a matar. Por el motivo que fuera, eso me daba igual. "Sólo creo en mi paga" dice el viejo adagio de los mercenarios romanos. No soy un buen hombre. Sólo soy un hombre. Un nordsmann.
Y por encima de eso, por encima de las pinceladas que la Muerte ha dado a lo largo de toda mi vida, coqueteando conmigo, acariciándome y besándome los labios como una amante inconstante, los recuerdos. Recuerdos de mar y cuentos al amor de una estufa de madera de deriva. La voz áspera de mi abuelo materno, contándome historias mientras reparábamos las redes, preparábamos anzuelos. Enseñanzas encubiertas con cuentos, cómo cambia la marea, cuanto tiempo tienes según el mar, la región y los dioses viejos y quisquillosos.
Las lecciones de mi otro abuelo, agazapados en los montes de Trondheim, bajo una lluvia suave, acechando con nuestras viejas carabinas a un esquivo ciervo. Olía a tabaco de mascar y a frambuesas y arándanos frescos.

Los Niños Perdidos. Sobreviven. Son fieros e independientes. ¿Cuánta parte del ser humano es así de verdad, antes de la pátina de "civilización"? Seguro que sobreviven más y mejor que nosotros. No llevamos ni un mes y ya hay rencillas internas.

Dicen que todo hombres es inocente hasta que se demuestre lo contrario, así tenga las manos llenas de sangre. Da igual. Forræderen dø før eller senere. og jeg skal være der å se El traidor morirá antes o después, y yo estaré allí para verlo.

Estamos todos perdidos. Como niños en un parque demasiado grande, desnudos de las inhibiciones de la civilización, que desaparecen a pasos agigantados, más rápido de lo que la gente cree.

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